Publicado por Gladys Mc Cuyde el 17.08.2021
Y Dios le habló… por medio de un ángel, María fue anunciada de la más hermosa noticia que una mujer puede recibir.
En su vientre se tejía una nueva vida, que vendría a dar alegría a su hogar.
Y así cada mujer, desde antes de la concepción ama a sus hijos; el motivo por el cual lucha trabaja y se esfuerza cada día.
Cada madre es diferente, en pensamientos, actitudes, aspectos culturales y etnia, pero semejantes en el inmenso amor que les profesa.
Así como de Dios ama a su pueblo y perdona sus flaquezas y debilidades; el amor de una madre sigue ese instinto divino, que sin esperar nada a cambio sus brazos estarán dispuestos a estrecharlo.
Dicen que las lágrimas son buenas para limpiar el alma, pero para una madre una lágrima representa el dolor, la angustia y el desespero, ella daría hasta su vida, para verlo feliz eternamente.
Las noches son momentos únicos para contemplar su bello sueño, que deseáramos poder tener una varita mágica para ser parte de él.
El Señor, con su gran generosidad nos dio un halo de aliento y un milígramo de polvos mágicos que esparcimos lentamente por cada rinconcito, por donde esos ángeles corren como hormiguitas, que buscan un refugio seguro, al verse en peligro latente.
Esos a los que llamamos hijos, nos dan las mayores alegrías, con ellos celebramos la vida, sus éxitos, sus metas y mostramos un corazón benevolente ante sus errores.
Con un “te quiero” o un “te amo”, nos derretimos de una gran dulzura, ellos conocen el corazón a través de los ojos que los miran.
Una madre es un mundo donde caben todos los corazones de sus hijos, cada uno de sus latidos los reconoce sin temor a equivocarse, sus brazos pueden recorrer miles de kilómetros hasta alcanzar su oído y susurrarle un tierno poema y que sea ese el arrullo que ha estado esperando para un feliz descanso.
El tiempo de una madre no precisa de un reloj, de una manecilla o de un puñito de arena, que nos alerta el término de una jornada. Ella está consciente que los niños no conocen de horas, minutos y mucho menos de límites. A ellos les encanta una madre que esté dispuesta al desvelo y los momentos locos; y si es necesario, que ese tour nocturno, cuente con elementos de risa y emoción.
Si a un niño le preguntaran cómo es una madre; les respondería con una sonrisa inocente; que ellas son como las estrellas, hermosas, brillantes, que su luz se refleja en cada uno de los traviesos diablillos que iluminan su nido materno como luciérnagas nocturnas.
Las madres son seres maravillosos, pueden estar en todos lados, parecen colibríes, incansables, tenaces; imposible pedirles un instante de quietud.
Mi agradecimiento a Dios por haber permitido que disfrutara de una madre amorosa y abnegada. Y que después de su partida terrenal, su amor aún viva en mí.
Ahora puedo decir, con una garganta que se agita de emoción y una mente que se renueva, día con día.
Somos fuertes, tenaces e irremplazables. Celebramos la vida que el Señor ha hecho crecer en cada vientre.
¡Feliz día de la madre!
Gladys Mc Cuyde Artavia
Docente de I ciclo
Escuela San Rafael
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